«LA ÉTICA DEL CUIDADO COMO ACTO DE PRESENCIA Y COMPROMISO PROFUNDO»
En la Residencia Virgen del Carmen, el cuidado profesional de las personas mayores trasciende la técnica; es una vocación anclada en la profunda humanidad.
La ética, en este contexto, es la estructura invisible que asegura que cada interacción honre la vida que aún late con plenitud en cada uno de nuestros mayores.
La Escucha y la Dignidad: El Primer Reconocimiento
Fátima, Educadora Social de la Residencia Virgen del Carmen, lo tiene claro.
En primer lugar, cabe mencionar la escucha. La escucha no es una pausa entre nuestras palabras, sino una postura activa y reverente. Es un deber ético que afirma la dignidad del otro. Profundizar en la escucha significa ir más allá del síntoma o la queja, buscando el mensaje no verbal, la emoción oculta en el tono.
Cuando un profesional escucha de verdad, le está diciendo al anciano: «Tu voz y tu experiencia siguen siendo centrales. Te veo». Este acto valida su existencia y contrarresta el sentimiento de invisibilidad que a menudo acompaña a la vejez. La dignidad, por lo tanto, no se otorga, se reconoce a través de nuestra atención plena.
El Cariño y la Compasión: Más Allá del Deber
En segundo lugar, la compasión y el cariño crean un tejido de apoyo incondicional. La compasión aborda el dolor más profundo y urgente, mientras que el cariño nutre el bienestar emocional día a día, siendo ambos fundamentales para la ética en el trabajo con personas mayores.
La compasión (del latín cum passio, «sufrir con») es la profunda conciencia del sufrimiento ajeno, acompañada por el deseo genuino de aliviarlo o reducirlo. Es una respuesta activa que trasciende la mera empatía (entender lo que siente el otro) para convertirse en un impulso de acción.
El cariño es una expresión más suave, pero igualmente poderosa, del afecto y la atención. Se manifiesta en gestos cotidianos: una sonrisa, un tono de voz amable, una mano reconfortante.
El cariño es la ternura activa que inyecta calidez y humanidad en las rutinas, haciendo que el entorno sea seguro y acogedor. Es un reconocimiento constante del valor intrínseco de la otra persona.
Éticamente, estos no son extras opcionales; son la dimensión afectiva del cuidado, algo que guía nuestra práctica profesional en la Residencia Virgen del Carmen.
Justicia social:
Equidad en el trato
Por otro lado, la justicia social en el cuidado a nuestros mayores en la residencia, implica asegurar que la calidad y la calidez del trato no dependan de la posición económica, el diagnóstico o el origen de nuestros mayores.
Estando éticamente obligados a ser defensores de sus derechos, luchando contra la discriminación por edad (edadismo) y garantizando el acceso equitativo a los recursos. Profundizar en la justicia es ser vigilantes para que nuestros mayores no sean invisibilizadas o reciban un cuidado de segunda clase.
Compromiso y Autocuidado:
La Sostenibilidad del Alma
Para finalizar, cabe mencionar el compromiso como columna vertebral de la ética en nuestro trabajo, la promesa de perseverancia incluso cuando el trabajo es física y emocionalmente agotador.
Sin embargo, para que este compromiso sea sostenible, debe estar anclado en el autocuidado por parte de los profesionales que nos dedicamos en cuerpo y alma a mejorar la calidad de vida de los mayores en nuestra residencia.
Así, autocuidado es un imperativo ético porque la fatiga del cuidador impacta directamente en la calidad del cuidado. Es responsabilidad profesional —no egoísmo— reconocer y atender las propias necesidades emocionales, físicas y psicológicas de los profesionales. Siendo esencial, renovar nuestras reservas de paciencia y energía, para garantizar que el cariño y la compasión que ofrecemos a nuestros residentes sean genuinos, previniendo el agotamiento que podría llevar a la despersonalización del trato.